Cómo Bogotá está haciendo que los viajes de los niños sean más seguros, educativos y divertidos
En la última edición de nuestra serie de verano con los ganadores y finalistas del 2016 Mayors Challenge en América Latina, Bloomberg Cities visita Bogotá, Colombia, para conocer el progreso de la ciudad en hacer que el camino a la escuela sea más seguro, educativo y divertido para miles de estudiantes.
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Para los niños de Suba, un barrio en el norte de Bogotá, Colombia, el camino de ida y vuelta a la escuela puede ser agotador y hasta peligroso. Cada día 750.000 niños van a pie a la escuela en la capital del país. Recorren un promedio de más de un kilómetro y medio en cada dirección, en aceras estrechas y poco protegidos contra el caótico tránsito de esta ciudad de casi ocho millones de habitantes.
De acuerdo con Juan Pablo Bocarejo, secretario distrital de movilidad de Bogotá, “en una ciudad de este tamaño, el camino de un niño a la escuela es algo que se pierde en el conjunto de tantos otros problemas. Esos niños no están seguros, ni tampoco se sienten cómodos”.
Por ese motivo, como parte del Mayors Challenge 2016 de Bloomberg Philanthropies, los líderes de la ciudad idearon una propuesta ambiciosa y, a la postre, ganadora. El objetivo era encontrar una forma para que el recorrido hacia y desde la escuela de estos niños fuera, no solamente seguro y cómodo, sino también divertido y educativo. El resultado ha sido un programa que, incluso más allá de las calles del barrio de Suba, puede cambiar la forma en que los adultos piensan sobre cómo los niños van a estudiar.
En el corazón de la iniciativa está la idea del “autobús escolar a pie”. Allí los niños se reúnen con guías adultos en varios puntos de encuentro y el grupo va creciendo hasta incluir docenas de niños que caminan juntos. Al regreso, sucede lo contrario, el grupo se va reduciendo a medida que cada uno de los niños va llegando a su casa o punto de encuentro.
En el caso del barrio de Suba, estos guías son algo más que acompañantes. Tienen también la tarea de guiar a los estudiantes en una serie de microjuegos, preparados para concienciar a los jóvenes sobre su entorno y aventurarse en algunos ejercicios de matemáticas.
Los juegos incluyen una versión de “Yo espío”, llamada “Ojos de Lince”, donde los jóvenes tratan de identificar pájaros, flores o bicicletas. En otro juego, “Lotería de sonidos”, la idea es localizar sonidos, como el latido de un perro, una canción o un martilleo. En “Subasta de pasos”, los niños tienen que adivinar cuántos pasos se necesitan para llegar hasta cierto punto y, a continuación, contarlos. Otras veces, los guías proponen un problema de matemáticas y los niños deben resolverlo. Todo esto ocurre sin dejar de aprender y recordar los conceptos básicos de seguridad en las calles: como mirar en ambos sentidos antes de cruzar la calle y comprender el significado de las luces del semáforo.
Durante el trayecto, los niños van sumando puntos y se les recompensa con calcomanías. También reciben insignias que indican su progreso y pueden usar en sus uniformes. “La experiencia ha sido muy divertida, los monitores son simpáticos. Aprendemos canciones y los juegos son muy divertidos”, dijo Samuel, de 9 años. “Antes iba solo con mi mamá. Ahora, aprendemos en grupo y me siento más seguro”.
Los padres y acompañantes también participan en el programa. Muchos de ellos se unen a los trayectos diarios y, al igual que sus hijos, piensan que la experiencia es muy útil. “Hemos aprendido mucha disciplina, principalmente en lo que se refiere a respetar las señales de tránsito”, dijo Alfonso Bustos, cuyos tres hijos forman parte del programa. “Me gusta que mis hijos se sientan más protegidos y desarrollen habilidades a través de los juegos. Esto ha sido muy valioso para mi familia”.
Bogotá busca ampliar el programa hacia finales de año al pasar de las actuales 14 escuelas y 623 estudiantes a 18 escuelas y 1.000 niños inscritos. Al mismo tiempo, se buscan formas de hacer que el proyecto dependa menos de los monitores contratados y avanzar hacia un modelo que se sustente en los padres voluntarios. Muchos de ellos tienen sus obligaciones laborales o dudan en asumir la responsabilidad por los hijos de otras personas. Sin embargo, los líderes del proyecto siguen buscando formas de involucrarlos en la sostenibilidad del programa.
El alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa ha asegurado que “los niños son una especie de indicador. Si construimos una ciudad exitosa para los niños, tendremos una ciudad exitosa para todos”. Según Peñalosa, la transformación requiere pasos grandes y pequeños, y los estudiantes caminantes de Suba demuestran, día a día, que los niños de Bogotá están preparados para marcar el camino.
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